Me elevo en el aire; revuelos sin sentido marcan el camino que me lleva a disiparme en el ambiente, simplemente la existencia es tan efímera que me desvanezco con el viento… juego con el humo de mi cigarrillo pretendiendo dejar de lado mi corporalidad para poder desvanecerme luego de revolotear junto al viento…
Emano de unos labios extraños, juntando mi ser con el de aquella persona que me da a luz con su respiración, aquella persona que me exhala a un mundo desconocido, inconmensurable, incomprensible, pasajero… el afán de conocer aquel extraño y maravilloso lugar me lleva a pretender hacer parte de todo sin realmente comprender en donde me encuentro. Me movilizo sin sentido, vagando de un lugar a otro, desesperado por ver, oír, probar y sentir absolutamente todo aquello que encuentro en mi camino, dejando impregnada mi esencia todo lo que me rodea, buscando perpetuar mi existencia a través de la presencia de algo mas…
Pero, inevitablemente, mientras más llega a mí es más claro lo efímero de mi existencia, de la inmensidad de este mundo que ahora me contiene. Desilusión y desesperanza se apoderan lentamente de mi andar, es evidente ahora la mortalidad, la imposibilidad de abarcarlo todo…
Desesperado busco llegar más lejos de lo fatídicamente destinado, engulliendo todo aquello que encuentro al pasar… me resisto a desaparecer, lucho contra los elementos por seguir adelante devorando los más posible hasta que el cansancio y la resignación me entregan a los vientos; a fin de cuentas desaparecer es inevitable, existir implica extinguirse en algún momento… ahora no soy humo, no soy aire y no soy materia… mi condición mortal se ha elevado para nunca regresar, ha pasado al campo de lo sacro, de lo divino, se ha hecho una con la inmensidad de la realidad
Inexorablemente la vida se asemeja a una bocanada de humo gris, débil, pasajero; simplemente es algo que se exhala al viento para que segundos después se desvanezca en la inmensidad.